Espantosos son los momentos difíciles que se viven en República Dominicana con el grado de la inseguridad predominante en la sociedad.
Los delincuentes operan a sus anchas en ciudades y campos, urbanizaciones, barrios y residenciales. Ya nadie se siente seguro en ninguna parte.
La capacidad de asombro de la población se ha perdido por la frecuencia con que se presentan los hechos delictivos y la creatividad diabólica de sus responsables. Es como si existiera una competencia entre los criminales por quien comete el delito más osado, con más espectacularidad, el más bochornoso. Y han puesto tal empeño en su propósito que ya han sobrepasado la creatividad de la cinematografía y seriales de televisión.
Ya los dominicanos nos hemos quedado sin zona segura. ¡Hasta mientras haces la ruta a tu trabajo o centro de estudio en un vehículo del transporte público tu compañero de asiento, pistola o cuchillo en mano, te despoja de tus pertenencias. La gente sale de su casa con temor, no sin antes apelar a alguna oración que le permita evadir un asalto o los característicos robos a mano armada. El temor ha alcanzado la categoría de pánico colectivo.
Y lo peor de todo es que las autoridades se muestran impotentes, incapaces de enfrentar con entereza y acierto este problema, pese a que han pasado los dos años en que se comprometieron en la campaña de 2020 a reducirlo en un 50 por ciento. Han entrado a su tercer año de gestión y la situación no ha hecho sino empeorar.
En lugar de amenazas insustanciales, motivadas más por la necesidad de decir algo, el Gobierno tiene la responsabilidad de crear las condiciones para devolverle a la ciudadanía la confianza de ir a los centros de trabajo, de estudios o esparcimiento sin miedo.
Los partidos políticos, la sociedad en general, hastiada con un problema que no hace más que empeorar, reclaman soluciones a una situación desesperante.
Es un problema de múltiples aristas, que demanda un abordaje serio y comprometido. Nos han robado la paz y hasta la alegría propia de los dominicanos y las dominicanas, ante la inactividad de autoridades que en la campaña electoral tenían todas las soluciones.