Se atribuye a Jackson Brown decir que: “La envidia es el homenaje que la mediocridad le rinde al talento”. Para ilustrar esta frase devenida en sentencia inapelable podríamos remitirnos a Caín y Abel, en el Génesis; los enfermizos sentimientos del resentido Yago hacia el victorioso general Otelo, en la tragedia homónima de Shakespeare, pasando por el rencor del obsesionado Antonio Salieri hacia el virtuoso Wolfgang Amadeus Mozart.
Este síndrome perverso y autodestructivo, tan antiguo como el ser humano, sigue anidando en el corazón de individuos a quienes les lacera el alma cuando ven el éxito de los demás; sobre todo, si son personas cercanas, a las cuales quiso impedir (sin lograrlo) su crecimiento y desarrollo.
Uno de los terrenos en los cuales esa yerba mala tiende a crecer es en el ámbito político. La historia de nuestra nación, desde sus orígenes mismos, empezando por Santana y Duarte, está plagada de traiciones y comportamientos arteros provocados por la obcecación de la envidia cruel y punzante.
Hoy, esa historia se repite en el Partido de la Liberación Dominicana con la “renuncia” de Julio César Valentín a quien se vio brillar en un momento determinado; pero, cuya luz fue tan tenue y fugaz como aquella lealtad que juró e inmediatamente arrojó al basurero de los indecorosos.
Las razones de ese implacable y absurdo antagonismo tienen su origen en que ambos desempeñaron funciones similares y Valentín vio su desempeño opacado por la eficiente y brillante impronta de Abel cuya cronología es la siguiente:
Julio César fue fiscal de Santiago, sin pena ni gloria, sin un legado que exhibir; luego llega Abel Martínez a esa función y su desempeño fue notable: dinamizando el Ministerio Público y cambiando la imagen de un mercado público que era lo que parecía el Palacion de Justicia.
Posteriormente, ambos son electos diputados (Abel con la mayor votacion entre todos los diputados) y llegan a la presidencia de la Cámara de Diputados: Julio César (por 4 legislaturas) llega por amarres y posteriormente Abel es elegido a esa posición por méritos políticos (por 6 legislaturas) y hace la gestión más fructífera, trascendente e histórica de ese hemiciclo.
De ahí, Julio César sale electo senador por Santiago y al presentarse a un nuevo período recibe un voto de castigo abrumador como sanción a su desteñida labor senatorial; en cambio, Abel Martínez se presenta a las internas del PLD como aspirante a la candidatura a la Alcaldía de Santiago y gana de manera contundente, lo que también sucedió al presentarse como candidato edilicio: su victoria fue amplia y vigorosa.
La gestión de Abel Martínez al frente del Ayuntamiento de Santiago se basta a sí misma, no necesita de mi ponderación: es modelo y referente de gestión municipal en todo el país.
Esto, junto con toda su trayectoria precedente, hace que los ojos de los santiagueros (primero) y del país (después) se focalicen en Abel Martínez convirtiéndolo en la figura política más importante y admirada por todos los sectores sociales y económicos locales y nacionales.
Llegado el escenario de la consulta para definir el candidato peledeísta a la presidencia 2024-2028, Abel Martínez activa su campaña, novedosa e impetuosa, a nivel nacional recibiendo de forma entusiasta e inmediata el respaldo mayoritario del peledeísmo.
De nuevo, Julio César Valentín, ya menguado y abandonado por sus antiguas huestes, hace un último y fallido intento por entorpecer o frenar lo que inexorablemente ocurrió el 16 de octubre: Abel Martinez fue electo con una avalancha de votos.
Y he ahí el detonante que lleva a la susodicha “renuncia” de Valentín.
Movido por las bajas pasiones y por sentir que se había quedado sin logros ni discurso que presentar, dedicó toda su energía y esfuerzo a cerrarle el paso al liderazgo emergente y renovador, dentro del PLD, del cual recelaba y al que aborrecía de manera patológica; aunque, de manera irreversible, ese liderazgo que encarna Abel Martínez, ha calado tan profundamente hasta convertirse en una fuerza poderosa y victoriosa que lleva ese partido por el carril de adentro como opción de poder en el 2024.
La historia cierta y verdadera de esa salida
por parte de Julio César Valentín es el sentimiento de frustración que le sobrecogió al ver malogradas todas las argucias y artimañas destinadas a impedir el triunfo de Abel Martínez en los diferentes procesos internos de esa organización política; pero, sobre todo, verlo coronado finalmente como el candidato a la Presidencia de la República, algo que acariciaba y no pudo cristalizar el resentido renunciante.
Julio César Valentín ya no podrá medirse ni batirse jamás de igual a igual con Abel Martínez; pero, conociendo su proceder en el pasado, se puede esperar y asegurar que, en lo adelante, seguirá transitando el mismo camino sinuoso que lo llevó a empantanarse, sin la esperanza de que pueda salir indemne del dramático y vergonzoso ocaso de su carrera política.-